El sistema nervioso cambia constantemente en su afán por adaptarse continuamente al medio externo y mantener la homeostasia del propio organismo. También lo hace en relación a actividades motoras y ejercicios específicos en cualquier ámbito.

Una vez el organismo realiza una acción o toma en consideración una información, no ocurre nada en periferia que no guarde relación directa con cambios en el centro, y viceversa. La ejecución de un movimiento forma parte de un complejo sistema en que órdenes codificadas bajo la forma de unas corrientes eléctricas y, en las uniones sinápticas de neurotransmisores con sus correspondientes receptores, alcanza el músculo o músculos correspondientes que ejecutan el movimiento.

Si la programación del movimiento con un fin último es importante y es capaz de modificar directamente el área motora del cerebro, la revisión posterior a su ejecución no lo es menos pues permite cotejar el éxito del mismo y con ello otorgarle un valor determinado que codificará la consecución de una memoria del movimiento. Con el incremento de repeticiones aumenta la inhibición lateral y con ello la precisión del propio movimiento. Memoria que al parecer se retiene de manera considerable y que se es capaz de recuperar con facilidad y un poco de práctica posterior: un amigo mío estuvo apartado de las canchas de baloncesto durante años. No necesitaba más que un par de días de entrenamiento para recuperar su famosa muñeca y empezar a ser verdaderamente peligroso desde el perímetro.

La inhibición lateral permite crear patrones de movimiento determinados y precisos. La existencia de las memorias del movimiento permite recuperar aquél que necesitamos en un momento determinado, mientras que el análisis contínuo del contexto permite seleccionar primero y ajustar después dicho programa motor. En una ocasión acudí de público a un partido de exhibición del Real de Madrid de veteranos. Estaba sentado a pie de pista, a la altura de la línea de tres. Wayne Brabender, un excelente jugador de baloncesto del Real Madrid de los años 70 y 80 se paseaba por la cancha haciendo de palomero mientras un mucho más joven Quique Villalobos masacraba al equipo rival. En un momento dado, mientras el balón estaba al otro lado de la cancha se me acercó y cuchicheando me dijo: «no me ven». Me reí del comentario al tiempo que Brabender se daba la vuelta, ajustaba su postura, recogía el largo pase y armaba el brazo para meter un triple según recibía. Volvió a darse la vuelta y esbozó una sonrisa mientras bajaba a defender.

Para saber más:

Nielsen JB, Cohen LG. The Olympic brain. Does corticospinal plasticity play a role in acquisition of skills required for high-performance sports? The Journal of Physiology. Blackwell Publishing Ltd; 2008 Jan 1;586(1):65–70.

Falla DL, Witheley R, Cardinale M, Hodges PW. Therapeutic Exercise. In: Grieve’s Modern Musculoskeletal Physiotherapy. 4 ed. Churchill Livingstone; 2015. pp. 298–309.