La nocicepción implica la cercanía a la consumación de un daño y entenderlo en profundidad es básico para poder comprender bien diferentes cuadros clínicos

Es indudable que con el paso del tiempo la concepción del dolor se ha ido modernizando. Si tradicionalmente se ha entendido el dolor como un fiel reflejo del estado de los tejidos, desde hace bastante tiempo se ha hecho evidente que esto no es necesariamente así. Si una lesión explica todo, ¿cómo se entiende el dolor crónico, tiempo después de que el tejido haya cicatrizado?

Los primeros «aha moments» (traducido quedaría algo semejante a «¡cómo no nos hemos dado cuenta antes!) de Louis Gifford fueron, según explica en su libro póstumo, algo así como: la ausencia de relación entre el estado de los tejidos y el dolor equivale a una inutilidad total del dolor, o lo que es lo mismo, el dolor no tiene función biológica ninguna. Aunque es evidente que el dolor es un mecanismo muy valioso de protección y supervivencia, quizá éste sea el pensamiento inicial de cualquier fisioterapeuta interesado en el dolor al tener sus primeros «aha moments». La consecuencia lógica de esta impresión es abandonar los tejidos para aprender mecanismos de procesamiento de la información, con el fin último de modular la respuesta dolorosa. En definitiva, si el dolor no se relaciona con el estado de los tejidos, el input es irrelevante y hay que buscar la manera de modificar el procesamiento de la información y la respuesta del organismo ante la amenaza percibida. Toca estudiar neurofisiología, nocicepción, sensibilización, desinhibición, mecanismos del dolor, aspectos psicosociales que influyen en la respuesta dolorosa y un largo etcétera.

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Sin embargo, cuanto más se comprende la neurofisiología del dolor, más probable es que se le preste la atención justa y necesaria a la periferia, de nuevo los tejidos, pues es evidente que el input sí es importante en la elaboración de la respuesta de supervivencia. La nocicepción implica la cercanía a la consumación de un daño y entenderlo en profundidad es básico para poder comprender bien diferentes cuadros clínicos. Ahora toca revisitar los tejidos, vuelta a la periferia, los orígenes, aunque desde una perspectiva ligeramente diferente: biomecánica sí, pero también fisiología, metabolismo, composición química, inervación, irrigación, ciencias básicas, acompañadas de las dosis adecuadas de patología tisular que permita explicar la perpetuación del input (entrada relacionada) o el correlato neurofisiológico del dolor crónico/disfuncional.

Para finalizar, os dejo a los que estéis interesados la siguiente ponencia de Rafael Torres sobre dolor y la importancia de las alteraciones tisulares.